
Sentada desde el sofá, en la sala de mi casa, a las 6 de la tarde de un domingo de clima indeciso, miro a mi papá teclear en la mesa del comedor. Estoy convencida de que pongo la boca como él la está poniendo cuando estoy haciendo algo muy concentrada.
Él dice que tiene 60 años y yo creo que se ve igual a cuando yo estudiaba y él se sentaba a ver televisión. Siempre ha sido mi Viejito pero no está viejo. Para mí no. Hoy fuimos al cine, en este viaje de 10 días logramos ir dos veces. Mi papá y yo siempre compartimos amor por las películas y por verlas en pantalla gigante con montones de cotufas (ahora crispetas).
Te sentaste a mi lado en el sofá, diciendo que hoy te pegó el cansancio de la caminata de ayer, que es eso o la inminencia de que partirás mañana. Creo que se te aguaron los ojos. No quiero que llores porque sino lo haré yo también y se hará más real la despedida. Te hice una pregunta técnica para desviar el tema y no llorar. No sé si estuvo bien, ya lo hice, no quiero entrar al llanto. No todavía. Lo guardo para mañana. Hoy todavía es domingo. Domingo con papá.
Colgaste la camisa en la silla, te cambiaste y te pusiste las chanclas. Los mismos gestos de siempre. Mi Viejito. Conociste cosas que me gustan mucho de esta ciudad que se convirtió en mi hogar y que amo tanto. La caminé contigo y te conté de ella, te la mostré para que también la quieras y estés seguro de que estoy bien. No tardaste mucho en enamorarte también de ella.
Lo mejor de esta visita fue volver a hacer las cosas que hacíamos cuando estábamos en casa, en Venezuela: leer juntos, ver tenis, desayunar los domingos, tomar cerveza, escuchar música y payasear, echar cuentos y recordar, hablar de la familia y nuestra historia.
El domingo pasado fuimos a tomar cervezas artesanales después del museo y conversamos sabroso. Me sentí tan afortunada y agradecida que quise tomar nota en el momento para no olvidarme. Transcribo: resolver el problema es interesante, decías. En qué universidad te inscribes para buena gente, preguntaste porque te querías inscribir. Me dijiste que a tus 60 estás en contra de decir: yo soy así, como excusa. Eres el que va a la iglesia a reconocer que se equivoca, no a darse golpes de pecho sino a agradecer.
Tengo tanto que aprender de ti, papá. Sin ser perfecto, equivocándote. Hay tanto que admiro de ti. De tu sentido del humor, tu amor, sacrificio y entrega. Tu entusiasmo al hablar de las cosas que te apasionan sigue intacto. Quiero llegar a tu edad así de activa.
Gracias por estos diez días. Por el recordatorio de lo importante. Por estos dos domingos.
…y hasta que entendí algo del «agujero de gusano» de Nolan en Interestellar…gracias mi Viejita
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