Station Eleven: Storytelling para el fin del mundo

Mackenzie Davis interpreta a Kirsten en Station Eleven

Hay series, películas también, que por alguna razón me cuesta empezar a ver pero que cuando les cojo el hilo ya es imposible dejar, supongo que esa es la clave del storytelling o de contar una buena historia. Así me pasó con Station Eleven

Aunque, debo admitir que me atrapó por completo en el cuarto episodio y eso es mucho tiempo cuando eres consciente de que en ese punto has llegado ya a la mitad de la historia. 

Esta fue, sin duda, otra señal de que existía algo que todavía no había visto pero que se escondía de la superficie y me mantenía a la expectativa. 

Esta no es la primera historia que veo sobre una pandemia, una distopía o un mundo post-apocalíptico, pero sí es la primera que veo con este enfoque. 

Que la historia esté narrada por una niña que vemos 20 años después recordando su vida a través de flashbacks y que una novela gráfica sea también el hilo conductor, me mantuvo pegada a la pantalla. 

Las relaciones entre los personajes, sus miedos antes y después de la tragedia, así como sus visiones de la vida.

Además, hemos visto toda clase de planes para el fin del mundo que se resumen en sobrevivir, no confiar en nadie, matar ante la primera amenaza, en fin: violencia. 

Me encantó que en Station Eleven la decisión de este grupo de sobrevivientes fuera crear una compañía de teatro y viajar presentando obras de Shakespeare. 

Sí, creo que se sobrevive a través de las historias que contamos y nos contamos. Kristen no puede evitarlo y se obsesiona desde pequeña con esa idea. 

Se va convirtiendo en una guerrera, hábil con los cuchillos y la defensa personal, pero no abandona su amor por la actuación al punto de defender hasta últimas instancias la continuidad de la compañía, por encima de los intereses más personales de sus miembros. 

No había tenido la oportunidad de ver en cine o en televisión la versión de un fin del mundo como ese, contado de esa forma. 

El storytelling como modo de preservar lo que somos, nuestra cultura, lo que nos hace humanos, y también para recordar las cosas que hemos perdido. 

Por supuesto que hay peligros, la amenaza de un supuesto profeta que se lleva a los niños, el grupo de las bandanas y gente que enloqueció. 

Es justamente por eso que la respuesta artística de estos personajes y el compromiso con sus puestas en escena me conmovió tanto. 

En estos tiempos de violencia generalizada, de discursos divisorios, de discriminación e intolerancia, qué pertinente es recordar lo que nos une, lo que nos mueve, lo que en definitiva no muere. La esperanza de lo que nos sobrevivirá.

Autor: Sofía Elena Álvarez

Creadora. Alma Caribe. Periodista

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