
“La gente se puede morir de simple imaginación”. Esta frase es de Geoffrey Chaucer, pero se la leí a Siri Hustvedt en Recuerdos del futuro. Hace unas horas me terminé de leer esta novela, me la devoré con curiosidad y total disfrute. La memoria me causa fascinación: lo que recordamos, lo que no recordamos, la forma en la que lo hacemos y en lo que la transformamos.
Lo conecté, como todo lo que leo, con el manejo de las emociones. Muchas veces las cosas que sentimos, que nos atormentan, nos llenan de ansiedad y miedo, son cosas que no han pasado. Es nuestra mente inventando historias, posibilidades que probablemente no pasen nunca, también agregando pinceladas y matices para desdibujar -conscientemente o no- los hechos concretos.
“Todos somos criaturas anhelantes, y anhelamos no solo hacia adelante, también hacia atrás. Reconstruimos, por tanto, la curiosa y tambaleante arquitectura del recuerdo en estructuras más habitables”, escribe Hustvedt.

Hacer journaling ha sido la prueba más obvia de todas las veces que he gastado horas, días y semanas dándole vueltas a escenarios que nunca ocurren. También han sido la evidencia de cómo la memoria va «editando» a medida que pasa el tiempo.
Y no hablo del paso de décadas, que también, hablo incluso del paso de meses en los que voy olvidando y al mismo tiempo transformando lo vivido.
No me refiero precisamente a la mirada positiva tan de moda, la de convertir en aprendizaje todo lo que nos pasa, especialmente lo que nos hace sufrir y sentirnos miserables. Me refiero a cómo voy recreando la historia que me cuento sobre lo sucedido.
“El lenguaje afianza la memoria visual, y una vez que la imagen se ha desintegrado, las palabras sobreviven”, agrega la escritora y no pude evitar sonreírle en complicidad mientras chocaba la portada de su libro en mi frente.
El cerebro, la mente, el consciente y el inconsciente son elementos complejos de nuestro sistema, de nuestro cuerpo y espíritu, a veces son conceptos abstractos para mí, ignoro demasiado y debo confesar que algunas veces les temo.
Estoy tratando de entender ciertos pensamientos recurrentes, por qué aparecen, si es posible tener algo de control, al menos para manejarlos y no sentir que me caen encima hasta dejarme inmóvil.
Leer como terapia
Esta semana empecé a ir a terapia, lloré mucho durante los 50 minutos que duró la sesión. La psicóloga me hizo preguntas sobre mi pasado y debo decir que me costó reconstruir los hechos o dar mayores detalles sobre determinados episodios.
Estoy hablando de cosas que pasaron hace tres, dos, incluso un año. Ya imagino cuando me toque hablar de mi infancia, de la que recuerdo tan poco.
Me pregunto por qué es tan intenso el dolor de los recuerdos que ni siquiera logro reconstruir del todo. ¿Es el sufrimiento lo que se queda anclado como un ente, independiente de las evidencias visibles que lo provocaron en primer lugar? Aun cuando es visible y real el deseo de superarlo, de dejarlo ir y ocupar el tiempo en algo más provechoso.
“El recuerdo me duele, me duele ahora, y así es como el pasado se mantiene vivo. No es un lugar sino un movimiento, del entonces al ahora”, confiesa la escritora.
¿Las revelaciones llegan a nosotros por casualidad o porque de alguna forma las atraemos? ¿Etiquetamos de “casualidad” lo que simplemente es el resultado de los lentes con los que estamos mirando la vida en determinado momento? ¿Es casualidad o causalidad? ¿Acaso es una tercera opción que no somos capaces de entender?
Esta novela me la prestó una amiga, ni siquiera ella la había leído, me la mostró en su casa y me dijo que si quería me la llevara. Yo había escuchado de Siri Hustvedt hacía unos meses en un podcast donde había descubierto también a otra autora que leí en febrero: Margarita García Robayo.
¿Recuerdos del futuro habla sobre la terapia? No. ¿La protagonista empieza a recordar episodios de su vida en consultas psicológicas? No. Pero de algún modo, muchos de los pasajes en su relato fueron tan naturales de conectar con este momento específico de mi vida.
Hablando de historias que salvan y ayudan a entender, las que acompañan cuando ni una habitación llena de personas puede.
“No olvidemos que un recuerdo siempre está en el presente. No olvidemos que cada vez que evocamos un recuerdo, éste está sujeto a cambios, pero tampoco olvidemos que esos cambios pueden traer consigo verdades”, me lanza Hustvedt.
Imaginación y recuerdos para crear
Supongo que lo que recuerdo y lo que siento cuando lo hago tiene un mensaje para mí. No es misticismo, es un hecho, por algo es que algunas memorias se van destiñendo y otras se ven como si acabaran de pasar, aunque no tengamos siquiera claros todos los detalles.
Estoy entendiendo que no siempre tengo que llegar sola a las respuestas, que está bien pedir ayuda cuando algo no me deja avanzar. Que el tiempo puede convertir los recuerdos en oportunidades de perdonar y soltar.
“La imaginación y la ficción suman más de las tres cuartas partes de nuestra vida real”, Simone Weil.
Amo imaginar, creer y crear, para muestra el nombre de este blog que uní al mío propio. Pero creo que de nada sirve ese poder, si no lo usamos para vivir una realidad que nos permita soñar e inventar los mundos que queremos. Los que nos dan el aire suficiente para respirar y movernos, incluso cuando creemos que no hay adonde ir.