Dos historias sobre atreverse a creer y crear

Este mes me propuse escribir sobre los miedos. Me propuse también pasar 30 días sin redes sociales. También me corté el pelo. Ahora que lo escribo, octubre ha sido como un pequeño huracán.

Desde que regresé del mar hace un mes me he sentido movida, como que las olas se me quedaron atascadas dentro. 

Entonces decidí aprovechar las fechas y ponerme modo Halloween. Quería trabajar en un proyecto nuevo y esta “celebración” es la excusa perfecta para -en serio o en broma- pensar en cosas que no sabemos cómo explicar. 

A veces el miedo es eso ¿no?, algo que no sabemos exactamente de dónde viene ni cómo controlarlo, pero sumamente real y que nos afecta en muchos aspectos a la vez. 

Ayer terminé de leer Libera tu magia de Elizabeth Gilbert, sí, la misma de Come, reza, ama. Este libro es autoayuda para creativos, especialmente si escribes. Puede parecer un poquito complaciente, como suele ser este tipo de lectura, pero también por momentos es muy realista. 

La autora defiende varias premisas relacionadas al “pensamiento mágico” -con el que tengo mis reservas y probablemente escriba más adelante- pero también al trabajo disciplinado. 

En este post quiero hablar sobre el miedo a través de la hoja de ruta que trazó con su libro y experiencias personales relacionadas, porque mucho de lo que dice necesitaba leerlo y probablemente tú también.  

Tan común como sentirte fake

Photo by Drew Hays on Unsplash

Seamos honestos, todos en algún momento hemos sentido que no somos lo suficientemente buenos en algo: en la escuela, en el trabajo, en nuestras relaciones y básicamente en cualquier situación. 

Además nos convencemos de que todos a nuestro alrededor lo saben y nos juzgan en silencio. Ahí llegan la ansiedad, el síndrome del impostor, el agotamiento, el miedo y un montón de posibilidades más.

Esto me ha pasado en experiencias laborales, también durante una relación muy destructiva que tuve y me pasa a menudo cuando escribo -no siempre, pero mucho-, generalmente porque empiezo a dudar de mi capacidad y porque pongo por delante las expectativas que me invento de los demás sobre mí. 

Gilbert habla en su libro de la prerrogativa creadora, que explica como la capacidad de “creer que tienes permiso para estar aquí y que solo por ello estás autorizado a tener una voz y una visión propias”.

Me gustó el concepto, que ella aplicó específicamente a creadores y escritores, pero que definitivamente nos sirve a todos, sea lo que sea que hagamos en la vida. Simplemente por esa “arrogancia de pertenecer” que nos ayuda a asumir riesgos. 

Historia 1: ¿Quién soy yo?

Siempre me ha dado piquiña el título de “experto”, me resulta pretencioso e irreal. A menos que seas experto en algo que ya no evolucionará o en lo que ya no haya nada nuevo que descubrir, cosa que me resulta muy difícil de creer estos tiempos. 

Con los años me han llamado así en distintos espacios, la mayoría relacionados con la creatividad, la escritura o las redes sociales. No me lo creo, me niego a pensar que lo sé todo sobre nada y esa ha sido mi defensa para no asumir algunos riesgos. 

Este mes hice una capacitación sobre un tema que amo: bloguear. Siempre me había dado miedo porque: ¿quién soy yo para enseñar y cobrar por eso? Pero se presentó la oportunidad gracias a una compañera que sí veía como una obviedad mi conocimiento y experiencia en el tema. 

Me preparé mucho, estudié para actualizarme en varios puntos, investigué tendencias y preparé un documento que fuera útil, uno que me hiciera sentir satisfecha y que estuviera segura que iba a ser de valor para las personas que quería ayudar. 

El primer día de sesión estaba muy nerviosa, todos los días en realidad, aunque cada vez menos, porque pude palpar cómo lo que estaba comunicando estaba sumando a los objetivos de otra persona. 

Photo by Tonik on Unsplash

No es que ya no tenga miedo a las expectativas, a no hacerlo suficientemente bien o que el síndrome del impostor no me ataque de vez en cuando, pero fue una experiencia reveladora. 

El recordatorio de que todo este tiempo he estado aprendiendo, viviendo y recopilando una cantidad importante de conocimientos y experiencias que pueden ayudar a otros. 

Este es el consejo de Gilbert: “Coge tus inseguridades y tus miedos sujétalos cabeza abajo, por los tobillos y dales una buena sacudida. Libérate de todas esas ideas engorrosas sobre lo que deberías tener” o ser. 

Las expectativas en torno al éxito

En Libera tu magia se habla mucho de no tomarse todo tan en serio, salvo la dedicación al trabajo; aunque la escritora también advierte que “trabajar duro no garantiza nada” y por eso aconseja replantearse la definición del éxito. 

No voy a mentir, me encantaría poder vivir de este blog o simplemente de escribir sobre las cosas que amo y me inspiran, pero también he tenido que aceptar la posibilidad de que eso no pase y sé que eso no es motivo para dejar de hacerlo. 

En ese proceso estoy porque muchas veces la expectativa de agradar y complacer puede ser paralizante. Llega la duda y la ansiedad, el bloqueo y el desánimo. Gilbert identificó que su proceso creativo tenía ciclos psicológicos y que eran casi siempre los mismos, casi como un libreto que se repetía en cada nuevo proyecto.

Historia 2: Dar el salto, a ciegas si es necesario

Photo by Austin Chan on Unsplash

Empezar con Soficcional fue duro porque era algo que necesitaba hacer pero no podía evitar tener miedo de lo que fueran a pensar de mí, de mis escritos, si es que alguien llegaba a leerlos. 

Leía las frases que escribía una y otra vez antes de publicarlas, me arrepentía y me frustraba, sentía que no era suficientemente buena; y ni hablar de lo raro que son las interacciones en Instagram, sumarle a todo el proceso la espera de los likes (como si se tratara de eso).

Luego empecé a sorprenderme con la reacción de algunos que empezaron a seguirme y a compartir lo que escribía porque se identificaban, o les parecía atractivo de algún modo. 

Está bien que agrade lo que publico, me gusta cuando conecto con otros a través de lo que escribo pero si no pasa está bien, el fin no es ese.

Es el proceso creativo, es la observación, indagar y darle forma a una idea vaga. Porque al final, como dijo Joan Didion, muchas veces no entiendo lo que pienso hasta que lo escribo. 

También estoy aceptando la idea de que la frustración no es una interrupción de ese proceso, sino el proceso mismo. Sí, no es la cosa más chévere del mundo sentir que no te satisfacen los resultados, pero en la medida que lo aceptas vas aprendiendo a llevarlo mejor y a quedarte menos tiempo en esa fase.

Ahí están dos de los miedos que estoy trabajando, ojalá algo de esto te ayude en tus propios retos. En el próximo post hablaré de lo que me pasó con el detox de redes sociales y el miedo tan millennial a perderse de cosas por estar unos días desconectada de internet. 

Autor: Sofía Elena Álvarez

Creadora. Alma Caribe. Periodista

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