Luis Yslas, un lector en cuarentena

A casi dos meses de haber iniciado la cuarentena por el Covid-19 en Perú y Colombia, países que conectan esta conversación por Zoom (el medio que repunta como vía de comunicación ante distancias viejas y nuevas), me pregunto cómo le estará yendo al mundo en esta tarea de aprovechar el momento histórico para leer todo lo que no habíamos podido (querido), excusados en la falta de tiempo. 

Es una frase común, tanto que empieza a ser molesta estos días de nervios crispados, aun para los que acostumbramos leer sin pandemias de por medio. Luis Yslas Prado no sufre de esto, es un lector desde antes de nacer, lo hace por trabajo, placer, vocación y convicción. Por eso y tras haber leído su libro A la brevedad posible, decidí abrir con él esta serie Espacio/Verbo sobre los oficios y la creación en días de aislamiento.

“Cuando empezó la cuarentena yo me dije un poco en juego ‘vaya, me he estado preparando toda mi vida para este momento’ porque el lector es alguien que se aísla, que busca un lugar de cautiverio, de silencio, de concentración, puede permanecer muchas horas incluso días a solas leyendo, ese a solas es entre comillas porque de alguna forma uno está acompañado también allí”, apunta.

Yslas estudió Letras, ha trabajado como corrector, editor, profesor de literatura, ha dictado talleres y coordinado grupos de lectura, de modo que esta pasión ha sido el hilo conductor de su propia historia.

“Yo estoy convencido que la lectura es una experiencia que incluso empieza antes de que sepamos leer. En el libro traté incluso de ir más allá, mi oficio de lector nace antes de que naciera yo, es decir que creo que toda persona y en especial cada lector proviene de la historia de sus padres, de sus ascendientes, pero también de las historias que esas personas se complementaron con las historias de la literatura. Uno viene de esas vidas pero también de esas lecturas”.  

Al crecer viendo leer a sus padres se sintió atraído por los libros desde muy temprano, aunque confiesa haber pasado por una temporada donde abandonó la lectura durante la adolescencia para retomarla en la universidad donde formalizó académicamente su oficio.

El oficio en cuarentena

Sus jornadas empiezan con lecturas para edición durante la mañana, por aquello de la mente descansada y la vista fresca, como parte de su trabajo en Penguin Random House de Perú. Luego viene la lectura por placer y distracción, en la cama con la lámpara de la mesita de noche encendida. 

No todos pueden decir que viven en un eterno “viaje” de negocios y placer, más aún en días donde por encontrarnos siempre en el mismo espacio físico se complica separar esos tiempos, sin sentir que el encierro pasa factura a las rutinas de quienes acostumbramos trabajar en una oficina a kilómetros de nuestra habitación.

“He tenido la suerte de trabajar en cosas que me apasionan, incluso a veces no sé si estoy trabajando o si me estoy distrayendo porque ambas actividades se mezclan”, señala antes de hablar también de las dificultades de leer en un aislamiento obligatorio. 

“Evidemente la lectura no es solo tener el espacio y el tiempo, sino tener también la concentración, con los días y las semanas me di cuenta de que no puedo estar todo el tiempo leyendo, que hay otra realidad fuera de los libros que también pide una lectura, una comprensión, una interpretación cargada de toda esta circunstancia asfixiante, tensa que estamos viviendo todos y evidentemente que a veces la concentración para los libros no es del todo apropiada”. 

Este tiempo de cuarentena ha mudado parte de ese tiempo de lectura -y de otras actividades cotidianas- a las redes sociales, no solo por la inmediatez en la que se mueven las noticias del mundo sino también, por una necesidad de llenar el tiempo muerto con distracciones al alcance de la mano. Incluso quienes no solían revelar tanto en estas plataformas se muestran ahora más activas, consumiendo y también dialogando, quizá por esa necesidad de acompañamiento y de compartir esto que estamos viviendo en todo el mundo. 

En el caso de Yslas, las redes sociales han servido durante años como “cuaderno de apuntes” para esas ideas que surgen no solo de lo leído, sino de la experiencia de la lectura, como termómetro y como espacio de intercambio literario. 

“A veces en las noches estoy leyendo algo, me detengo y empiezo a pensar, ya no solo en lo que estoy leyendo sino en el acto de leer, en todo lo que compone la experiencia de la lectura. Es decir, como si me desdoblara y empezara a reflexionar sobre esa cosa siempre milagrosa y mágica que es leer. Entonces surgían como imágenes, inicios de ideas que las iba anotando y mi cuaderno de apuntes era el Twitter, entonces allí iba soltando algunas de esas frases para incluso ponerlos a circular y ver qué tipo de efectos generaba en otras personas y de repente propiciara una conversación breve”.

Así nació su primer libro, una selección de aforismos, algunos de ellos nacidos como tweets y que publicó Libros del Fuego en 2015. 

“Son como puntas de un pensamiento que de pronto se interrumpen, no podría decir que es el desarrollo de una idea o reflexión porque para mí el aforismo es eso: el inicio de una reflexión que de pronto se detiene desencantada o desconfiada de poder llegar a decir de repente algo mucho más dogmático o que entre en la categoría de verdad. El aforismo más bien es una frase que desconfía de sí misma”. 

Lector y Migrante

Encontrarme con su libro en una librería de Medellín fue el detonante de esta conversación que venía siguiendo sin saberlo cuando aun vivía en Venezuela y empecé a seguirlo en sus redes sociales, cuando no sabía que esta llamada nos encontraría en otras tierras.

Siendo un niño, Yslas se fue de Perú a Venezuela junto a su familia, donde vivió por 38 años antes de regresar en 2017 a su país de origen por las mismas razones que han emigrado miles de venezolanos en los últimos años.

En el 2018 me mudé a Colombia y no quise perder la oportunidad de hablar con él sobre su experiencia migratoria. En uno de sus artículos para Prodavinci habló de la migración como una segunda presbicia en la que se hace necesario “ajustar los lentes y limpiarse los ojos llenos de tierra abandonada”. Dos años después de haber escrito ese texto, le pregunto: ¿cómo ha evolucionado ese proceso de migrante?

“Lentamente creo yo, cuando salí de Perú para Venezuela yo tenía siete años, es decir que tenía muy poca memoria y muchísimo futuro y así es mucho más fácil adaptarse a una nueva tierra, a un nuevo contexto. Pero cuando regresé al Perú después de 38 años ya tenemos más memoria y menos futuro visible digamos en este país de retorno y evidentemente vivo esa suerte de escisión interior entre dos países a los que tengo mucho que agradecer y a los que les debo sentido de pertenencia (…) Sí siento que todavía estoy en un proceso de reacomodo, de adaptación, de volverme a arraigar a algo que en algún momento fue muy cercano como es el país de nacimiento. Pero no es un proceso fácil, ni rápido y tampoco quiero presionarlo”. 

En tiempos donde las redes sociales son el lugar de encuentro para mermar las distancias, por migración o pandemia, insisto en preguntar por el puente que conecta su escritura con la experiencia de leer, en estos espacios digitales. 

“En algún momento ese conversar con el libro se convierte en una necesidad también de compartir esa emoción o ese placer que te ha podido dar ese libro en algún momento con los demás. De allí que para mí las redes sociales sean una manera también de divulgar mi emoción por lo que estoy leyendo, compartirlo, de ver además qué produce esa comunicación con los otros lectores y me parece que siempre es un enriquecimiento para mí en lo particular porque el libro se convierte en algo más allá de una relación solitaria con el lector y se convierte en algo solidario”, explica. 

En pie de lucha lectora

Photo by Nong Vang on Unsplash

Aunque su trabajo en la editorial no ha cambiado pese a la cuarentena, sí el que también lleva en la biblioteca donde dirige un grupo de lectura y que ha transformado sus sesiones presenciales en encuentros virtuales, donde siguen leyendo a pesar de los aislamientos físicos.

Hablando de dificultades lectoras, más allá de la falta de concentración por motivos pandémicos, le pregunto sobre recomendaciones para leer varias obras a la vez, por aquello de aprovechar el tiempo.

“Creo que los libros hay que tratarlos un poco como lo que son: personas. Y uno puede conversar con muchas personas a la vez sin que esa conversación de repente culmine. Fíjate cuando nos reunimos a través de Zoom hay muchas ventanitas abiertas, uno va dialogando y conversando, sin necesidad de que sea unilateral esa conversación. Yo creo que no hay ningún problema en leer de manera simultánea varios libros, creo que incluso puede haber un placer allí cuando cierto libro ya nos está cansando un poquito pero saltamos a otro y la lectura tiene mucho del link, de la hipertextualidad, de ir yendo de una escritura a otra y eso para mí es muy placentero”. 

Leyendo la pandemia

El tiempo de leer siempre es ahora, aunque la excusa de la cuarentena es realmente seductora ante la necesidad de justificar (o incentivarnos). Sobre la lectura de lo que estamos viviendo como humanidad, Yslas reflexiona:

«Creo que es un momento para poner sobre la mesa esas cosas que antes estaban en otro lugar y aguardar cómo va a ser la realidad con la que nos vamos a enfrentar después de esto porque este después va a ser distinto a lo que conocíamos antes y eso no va a ser fácil. No creo que el ser humano vaya a cambiar o a transformarse tanto, creo que la historia nos ha enseñado que hemos vivido experiencias tan dramáticas o más que estas, pestes mucho más intensas, dos guerras mundiales y al final el ser humano termina obedeciendo a sus instintos y a sus pasiones de siempre. Pero la esperanza en todo caso que anide en las personas cierto sentido de responsabilidad, solidaridad con los otros y con el planeta».

Habría que atreverse a sumar la esperanza de la lectura como otro medio para salvarnos, de cualquier fin y de cualquier mundo.

Recomendaciones de Luis Yslas

Literatura
Stoner – John Williams
Nada – Carmen Laforet
Como una novela – Daniel Pennac
El infinito en un junco – Irene Vallejo
Leer contra la nada – Antonio Basanta
Poesía reunida de Joan Margarit
*En literatura venezolana: «siempre hay que leer a Rafael Cadenas».

En Instagram
Margaret Atwood @therealmargaretatwood
Carlos Yushimito @cyushimito

En Twitter
J.C. Méndez Guédez @mendezguedez
Rodrigo Blanco @atajoslargos

Autor: Sofía Elena Álvarez

Creadora. Alma Caribe. Periodista

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